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“Dar solamente aquello que nos sobra no es compartir, sino dar limosna”. Anónimo
Capítulo 3
con el otro. Y la familia laboral se le
asemeja.
Cuenta la Madre Teresa de Cal-
cuta: “En una ocasión, por la tar-
de, un hombre vino a nuestra casa
para contarnos el caso de una fami-
lia hindú de ocho hijos. No habían
comido desde hacía ya varios días.
Nos pedía que hiciéramos algo por
ellos. De modo que tomé algo de
mi arroz y me fui a verlos… La ma-
dre tomó el arroz de mis manos, lo
dividió en dos partes y salió. Cuan-
do regresó le pregunté qué había
hecho con una de las dos raciones.
Me respondió: ‘Ellos también tie-
nen hambre’. La mujer sabía que
también los vecinos de la puerta de
al lado, musulmanes, o sea de otra
religión, tenían hambre”.
Los sonidos del silencio
Pese a que casi nunca se observa de
ese modo, escuchar es también dia-
logar con quien habla. Todo un juego
de gestos y actitudes que intervienen a
lo largo del proceso le hacen saber al
otro que nuestra atención le pertene-
ce; y aunque no hablemos, cada ges-
to nuestro frente al relato informa qué
pensamos al respecto, qué sentimos y
qué opinamos.
La incapacidad de compartir
constituye una regresión por parte
de cualquier persona adulta. Has-
ta los cinco años, los niños tienen
una actitud marcadamente egoísta
que, a partir de dicha edad, comien-
zan a revertir de manera creciente.
El egoísmo del adulto, entonces,
habla de una clara involución de
personalidad.
Con menor altruismo que la Ma-
dre Teresa, pero atentas al marke-
ting no lucrativo, múltiples empre-
sas proclaman hoy su determinación
de colaborar y compartir proyectos
con organizaciones sin fines de lu-
cro, a fin de dejar sentado frente a
sus clientes la responsabilidad social
que asumen. La ciencia jamás habría
logrado los resultados que obtuvo si
no se hubieran compartido conoci-
mientos entre los científicos.
Por su parte, estimular es una de
las claves, por ejemplo, del desarro-
llo y el crecimiento de los niños. Sin
padres y maestros que lo hagan, la
evolución intelectual y social de los
pequeños sería una escarpada coli-
na en la que muchos quedarían en
el camino.
Pero también los adultos nece-
sitamos el estímulo de nuestros
semejantes. Con él, nuestro ren-
dimiento crece, aumenta nues-
tra autoestima y superamos con
mayor facilidad los contratiem-
pos. El ámbito deportivo es, al res-
pecto, uno de los mayores ejem-
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