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“Para mí, el brillo de un pensamiento cálido vale más que el dinero”. Thomas Jefferson
La segunda área comprende cues-
tiones más “intangibles”, por llamar-
las de alguna manera. La imagina-
ción, la creatividad, la especulación
y lo desconocido como interrogante
forman parte de sus instrumentos.
Por último, el pensamiento emo-
cional o psicológico, es aquel que
determina nuestras acciones en fun-
ción de lo que sentimos. Emociones
negativas y positivas, intuición y re-
cuerdos de experiencias satisfacto-
rias o traumáticas, intervienen deci-
sivamente en la línea de acción de
este tipo de pensamiento.
En este capítulo nos ocuparemos,
exclusivamente, del pensamiento ló-
gico-matemático, dejando los otros
dos para capítulos posteriores, a fin
de desarrollar cada uno con la ex-
tensión que se merece.
Saltando vallas
Pensar siempre parte de una moti-
vación o de un estímulo externo o
interno que nos conduce a resolver
problemas que llegan desde afuera
o nos planteamos nosotros mismos.
En este sentido, el pensamiento ló-
gico-matemático discurre siempre en
una dirección idéntica: la que se di-
rige hacia la resolución del conflicto
planteado. El camino, desde luego,
nunca es “rectilíneo y uniforme”,
como diría un matemático; tiene cur-
vas, zigzagueos, idas, vueltas y hasta
pausas. Ordena, equilibra, compara,
deduce o induce.
Todo ser humano nace con la ten-
dencia natural hacia el mejoramien-
to, la autoprotección y el equilibrio,
por lo que puede deducirse que, de
una forma u otra, hallará siempre
la mejor respuesta al dilema que lo
ocupa.
Sin embargo, también es verdad
que pueden existir condiciones que
neutralicen esa tendencia y nos ha-
gan arribar a conclusiones inconve-
nientes. Aprender a pensar, enton-
ces, es una tarea central para que
nuestra propia mente no se convierta
en un enemigo.
Aprender a pensar
Manual de instruCCiones
Para la resolución de un problema, René
Descartes proponía dividir cada una de
las dificultades que se están analizan-
do en tantas partes como sea posible.
Proceder a observar y estudiar los di-
ferentes objetos, comenzando con los
más pequeños y sencillos de examinar
y, luego, revisar exhaustivamente todo
lo hecho para asegurarse de no haber
omitido nada.
Existen al menos tres situaciones
que se dan con cierta frecuencia y
suelen ser las responsables de que el
camino hacia la resolución satisfac-
toria del problema se vea interrum-
pido o nos conduzca en la dirección
contraria.
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